domingo, enero 22, 2006

Cero punto cero dos centavos


Debo esperar unos minutos hasta que el motor caliente bien. Eso es lo malo en los autos viejos: uno nunca sabe cuando les dará un infarto y quedarán allí, muertos, sin nadie que pueda resucitarlos, como carroña para la corrosión. Escojo un camino rápido para esquivar la hora punta – son las ocho menos cuarto -. Llego a mi oficina, el hastío se inicia al ver los papeles acumulados sobre mi escritorio, al frente las calles de san isidro comienzan a tener movimiento, los clientes inícian su ingreso en la agencia del banco donde trabajo.

Pasan las horas. No hay mucho movimiento, entonces aparece el señor B, un israelí avaro de la colonia judía, delgado desde que le quitaron la mitad de su intestino, con su cabello blanco y rumiando goma de mascar sabor a hierbabuena. Se acerca hasta mi escritorio. “Polito, ¡Me están cobrando dos céntimos de dólar en mi tarjeta de crédito!, ¿A qué se debe?”, Reniega.

Reviso su tarjeta de crédito en mi sistema, efectivamente adeuda ese insignificante monto. Trato de explicarle que se debe a un saldo que olvidó pagar. Se pone rojo, le sube la sangre, arma su típico escándalo, le hablo bonito y, termina por tirarme los papeles sobre el escritorio, luego se larga.

“Santiago”, le digo al muchacho de caja, “Paga en la tarjeta del señor B, cero punto dos céntimos y los debitas de mi cuenta”.

Por el ventanal sigo los pasos del judío mientras se va. Así continuará mi día, ahora comprendo a Hitler.
Hernán Polo, abril 2005

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Tremendo,cruel, arriesgado.Inusitado.