sábado, enero 21, 2006

Carta De Alosyus Sensinni


Cuál es la forma correcta de medir el tiempo. Por qué preferir la terquedad de engranajes y agujas si existen pulsiones más confiables. Digamos. El vaivén del mar de oscuridad y destello que deja tu mirada. El vuelo de tus manos, desperezándose para tomar con asombroso descuido alguna extremidad del mundo. Sordos movimientos que concluyen y reinician universos sin aspavientos, sin la exigencia de gritar un mediodía cualquiera. Y si el tiempo no fuera más que un curioso bicho al que debemos enseñar a marchar de regreso. Volver al desamparo de saber que sí existes y no tener certeza de tu propia búsqueda. Reconstruir nuestras voces iniciales, tímidas caricias que atraviesan muros y distancias. Restablecer la sumisión al primer contacto con tus labios. Reincidir en el temprano descubrimiento de la supremacía de escuchar y ser escuchado sobre cualquier urgencia de la piel. Y si el tiempo no fuera más que un bicho que se revuelca de patas y caparazón en el lodo del presente y se alimenta a desesperados bocados de un futuro incierto y viscoso. Entonces, no queda otra cosa que escuchar el crujido del tiempo debajo de la presión de mis zapatos. Ya no está, no existe más, adiós tiempo. Si no existe, no podrás acusar de necedad el que sienta por ti lo que uno siente cuando empieza a querer a otra persona, sin más, sin importar que hoy sea hoy y que los días de conocerte sean apenas unas cuantas hojas que no alcanzan a cubrir los restos del tiempo.

* Carta reproducida con autorización del autor, sin pretensión de beneficios ni ánimo de contravenir derechos de copyright (o copyleft, que no es lo mismo).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un texto brillante, impecable, Augusto.

Miguel